sábado, 1 de junio de 2013

ante cierta playa limeña, a veces la prosa regresa...

El litoral de antaño
El litoral de antaño: un sendero incansable, trémulo viento de nardos, de arena que quema los pies y llena el universo agujereado de blanco, blanco y cadáveres siempre olvidados…
Si de este mar amargo, mar de retazos y de cielos anudados por tintes extraños, si alguna vez de él he partido, desde su borde y los pliegues quebrados, de su luz que gravita anarquía y topacio, y desde su tristeza, el aullido de los colores que otros mundos reflejan; si he visto en sus aguas, rojas, escandinavas, purpurinas, las rutas que en tus labios descansan buscando…
Si he visto en este mar… nada.
(La cuchilla abierta en mis manos, la punta roma, el deseo desbocado…)
Y si alguna vez, todo ha dejado de ser, tal como cuando no estás a mi lado y de la mar todo es cueva, gruta, mandolinas, tornamesas y sintetizadores macabros…
Entonces, la lluvia caerá, pero no hacia abajo, no hacia los lados, y del sol podré esperar todo, salvo la vida, salvo iluminar los sueños y atajos, las antiguas manecillas del reloj que se siguen clavando en mis manos…
Entonces la mar será ruta, barco, la extinción de lo humano, el renacimiento de todo artificio e ingenio que diviniza lo misántropo…

Y es que de la fiebre el sueño se apodera, cantando, un rostro pequeño, un rostro zafio, canario y la mar es la que busca noche, la que busca, busca, pero aún naufraga en milagros…

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