Quizá en tu brillante
señorío he urdido líneas sombrías, distantes cordilleras elípticas de fuego a
respirar, un nuevo desastre que a lo lejos, presagian nuestros cuerpos: en
espiral, surtidores, manantiales de donde el infinito santifica el colorido…
Quizá este fuego se
eleva y olvida, estas columnas caen y del fragor de las máquinas mi certeza a
esta tierra traen: la creciente necesidad del colapso, las cromadas orquídeas difuminándose,
el silencio en sus fragmentos… formas que caldeo como mariposas alrededor del
fuego… y el animal en mí, sencillo, ágil, hambriento de cristales, hambriento
de funestos deseos… de confirmar al ángel en su caída, en el último de los
colores delirantes…
¿No es tu distancia
este fuego, sombra caliza que recorre con su lengua los mares y suelos?
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