Perdido en el acero
Pequeño y lúgubre
acero
que no vienes a mi
encuentro;
pequeño y lúgubre
dios de arrabales,
reflejo de prados
extensos, de muertes inigualables;
eres dios de
imprecaciones,
de sombras en el aire,
de noches ácidas
que asechan hambrientas
desde los filos en
los matorrales,
que nada traen salvo un
sempiterno ardor
posado en azules
telarañas
de hilos inabarcables…
Pequeño y lúgubre
acero,
hoy que te necesito,
no te encuentro;
hoy que ella no está y
mi cuerpo pide los cielos,
la huida del mi
aliento,
la intemperie
penetrando a través de la carne
hasta mis huesos…
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