La Sombra de Dios
Muerto el corazón,
soy salvaje máquina
amarilla;
la bestia en el
reflejo,
su fragmentada poesía…
Soy también la espina
en el camino,
mundo que
trastabilla;
cazador de espectros,
a las velas de la estulticia…
Y caigo, con la Sombra
de Dios,
en alud de estrellas
mezquinas;
robo la caja negra
que vigila
el ángel castigado y
azotado en las esquinas…
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